Tacones junto a la barra

COLGADO EN LA BARRA
Sentado sobre un viejo taburete, no quería pensar las posaderas que en él se habían acomodado, apuraba el sucio vaso en el que me sirvieron el whisky. En condiciones normales no podría seguir manteniéndome sobre la pegajosa barra, y es que nunca fui de mucho aguante en lo que se refiere a la bebida, pero no era complicado con este deslavado licor que no llegaba ni al 20 por ciento de su contenido, y tampoco quería hacer pesquisa alguna sobre su verdadero contenido, no fuese que su simple mención realizase como por un viejo sortilegio todo aquello que dos botellas de un buen Malta no hubieran conseguido ni de lejos.
Con mano firme le dí matarile a la bebida, y todavia con mayor celeridad llamé al llamemoslo regente, para que escanciara una nueva dosis de tan divina lavativa. A buen seguro que mañana mi querido intestino se levantaría en armas y conseguiría que mi tercer ojo terminase pareciendo la estación de Atocha. Pero eso...mejor dejarlo para mañana.
Pagué como buen cristiano, y a fe mía que si me da por no hacerlo terminaría visitando a san Pedro en un visto y no visto, y me giré para disfrutar un rato con el espectáculo que boca abajo giraba agarrada a una simple barra.
–Esa es Géminis.
Me giré y vi a mi amigo el regente todavia con la botella en la mano con la que acababa de servirme. De su boca colgaba un palillo que por el tiempo que debía llevar entre sus dientes había pasado a ser astilla. Me lo quedé mirando sin abrir la boca, él se terminó de acercar y sin poner gran entusiasmo me dijo:
– Si quieres la llamo y puedes invitarla a una copa.
La verdad que no estaba allí para eso, o tal vez sí y aun no lo sabia, pero antes de responder volví la cabeza y fijé la vista en la lustrosa barra fija por la que Géminis subía y bajaba acompasadamente al ritmo de .....digamos, una sugestiva melodía. Quizás ese era el motivo de que la susodicha barra, era lo único que brillaba en aquel tugurio, sabido es que un buen currela debe mantener su herramienta en perfecto estado y estas chicas ponían empeño.
–qué, te decides?
– Una copa no hace mal a nadie – Nada más responder ya me estaba arrepintiendo, pero tal vez no fuera mala idea. Estaba por motivos laborables y mezclarme en el ambiente era uno de mis propósitos.
– Este.... Tiene pinta de haberse perdido...... No creo que Géminis sea su tipo, jé
El que acababa de abrir su apestosa boca era el único compañero de barra que a esas horas quedaba.
Un tipo grandote, con una buena cicatriz que le cruzaba la cabeza, y que no intentaba disimular. Seguro que le confería una distinción y estatus especial por los bajos fondos de los que tenia pinta de no salir.
– Deja al chaval tranquilo – el jefe salía en mi defensa, más por la posibilidad de ampliar su escasa caja diaria que por ser un buen samaritano. Por lo pronto yo decidí mantenerme al margen.
– Pero si no hay más que mirarlo, este figurín no está para estos trotes. – y girando levemente sobre su asiento terminó su frase con un –¿No es cierto joven y bella damisela?
Sopesé las circunstancias y estas estaban, francamente, muy en mi contra. No me interesaba tener que acercarme mañana al dentista pero cierto es que en determinados lugares tienes que hacerte valer o estás acabado.
– No todo es lo que parece..... – contesté sin quitar la vista del escenario, y evitando de esta forma un contacto visual directo que no buscaba.
Mientras, Géminis de cabello ondulado largo y rosa, terminaba de contornearse haciendo las delicias de sus fieles y acerrimos seguidores. Un breve vistazo la sirvió para captar el sutil guiño que le hacían desde detrás de la barra y tras colocarse un fina bata se acercó con el paso firme, tranquilo y seguro de la que ha recorrido una y mil veces la sinuosa senda que las mesas del local la separaban de la barra. Según se acercaba mi cabeza empezaba a barruntar algo que no lograba comprender, esa cara se transformaba poco a poco en un rostro conocido, conocido pero con otro cuerpo. No, no podía ser, mi embotado cerebro trataba de recordar, donde? Donde? Pero mis pesquisas terminaban siempre en el mismo sitio, y eso era imposible. Un poco más cerca, un poco más.....y pude entrever como en un mili segundo su cara reflejaba una sorpresa, una alarma no esperada, y sus musuculos se tensaban y se ponían en alerta. Pero ya era tarde para dar marcha atrás, sin levantar sospecha, por lo que decidió continuar. En mi cabeza las tinieblas se iban disipando y a cada paso que Géminis daba estaba más seguro, y por qué no decirlo más ensimismado.
No había llegado cuando al pasar junto a mi compañero de barra este dejó caer la mano y sutilmente la agarro de la cintura. Ella se dejó hacer pero con la soltura que solo el tiempo y las situaciones te dá logró zafarse y llegar a mi lado.
No dejó ni que abriese la boca, con una rapidez que nunca llegaría a comprender me soltó un bofetón con su mano derecha que todavia recuerdo como me pitaban los oídos.
– esto por lo lo del ultimo día.
– Jajaja... Joder con la damisela jajaja-Tronó cara marcada.
Geminis miró al camarero y pidió su copa. Este la tenia ya preparada y de un trago rápido Géminis hizo desaparecer su contenido. Después y ante la atónita mirada de los tres pidió una buena, y recalcó lo de buena botella de burbon y dos vasos. Yo sin dar crédito a lo sucedido y sin salir de mi asombro dejé que me agarrara por el pescuezo y me llevara pasillo dentro hasta una puerta que abrió de un empujón. Dentro un sofá de cuero y una mesa de caoba esperaban a su dueña. Nada más acceder cerró la puerta y mirándome de frente me dijo.
– Ni una palabra.
Yo sin hacer caso abrí la boca y de ella solo salió un- Pero tia?
–Sshhhhh he dicho que ni una palabra. Me dijo colocando un de sus dedos en mis labios, después y ante mi pasividad me empujo hacia atrás dando con mis huesos en el sofá, yo me quedé allí viendo como ella decidía instalarse en el sillón que estaba tras la mesa.
Unos golpes en la puerta dieron paso a mi viejo amigo el camarero que como después supe se llamaba Tauro. Traía con sigo dos vasos anchos debuten cristal y una cubitera con pedruscos de hielo. En la otra mano portaba una buena botella de Four Roses. Dejó todo en la mesa auxiliar y después de echar un vistazo comprobando que todo estaba en orden salió por donde había entrado.
– No te hacia tan tímido. Sirve un par de tragos y siéntate. Tenemos mucho de que hablar.
Tal y como yo lo veía, no iba a necesitar un trago sino la botella, por lo que derramé el sagrado liquido hasta los bordes y lo trasvasé a mi estomago en un visto y o visto. Notaba como el alcohol recorría mi cuerpo y conseguía nublar parte de mis ideas, pero creo que en esas circunstancias era una de las mejores soluciones. La miré y decidí, entonces sí, servirla su copa, no sin antes rellenar la mía por lo solitario que se me hacia ver el pedrusco de hielo en su fondo. Le tendí la copa y tras dar una ligera vuelta por la estancia y remojarme de nuevo los labios con el suculento brebaje, la miré a los ojos.
– Tia Brunilda....... Creo que me debes una explicación.

(Continuara......... O no, ya veremos)